Señoras y señores:
Siempre que hablo ante mucha gente me parece que me
he equivocado de puerta. Unas manos amigas me han empujado y me
encuentro aquí. Y hoy no tengo más espectáculo que una poesía amarga,
pero viva, que creo podrá abrir sus ojos a fuerza de latigazos que yo le
dé. De todos modos hay que ser claro. Yo no vengo hoy para entretener a
ustedes. Ni quiero, ni me importa, ni me da la gana. Más bien he venido
a luchar. A luchar cuerpo a cuerpo con una masa tranquila porque lo que
voy a hacer no es una conferencia, es una lectura de poesías, carne
mía, alegría mía y sentimiento mío, y yo necesito defenderme de ese
enorme dragón que tengo delante, que me puede comer con sus trescientos
bostezos de sus trescientas cabezas defraudadas.
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